jueves, 3 de octubre de 2013

Gris

Nunca me gustó el gris,
me recuerda al uniforme que llevaba en aquel horrible colegio plagado de monjas que te hacían llevar zapatos ortopédicos y faldas por la rodilla. Un jersey de esos que pican y estás deseando que llegue el verano para liberarte de él.
Quizá por eso adoro los escotes, las minifaldas y los tacones vertiginosos, si al final habrá que agradecerles algo y todo.

Nunca me gustó el gris,
hacía más vieja a mi abuela, y a mi madre, les quitaba vitalidad y se las iba comiendo.

Nunca me gustó el gris,
porque cuando está así el cielo, me duele la cabeza, mi ánimo cae al subsuelo y el de todos en general, no hay sonrisas que iluminen vidas y los sueños se echan a dormir porque el día es feo y da pereza vivirlo.

Nunca me gustó el gris,
ni siquiera el de tus ojos, porque no fueron sinceros, porque ni azules, ni negros, ni verdes ni marrones, escondieron cada día la verdad y la mentira. Y yo jamás pude verlo, porque el gris de tus ojos me lo nublaba y yo tan ilusa pensaba que eran preciosos.

Nunca me gustó el gris,
porque no es un color puro, porque está entre todo y nada, porque no es verdadero. Porque no me da seguridad, ni confianza, porque esconde algo.

Nunca me gustó el gris,
pero eso no significa que no sepa usarlo.

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