martes, 29 de octubre de 2013

Idas y venidas.

Por suerte, por desgracia, por ambas. No lo sé.
El hecho, es que me ha tocado estar en muchas estaciones, de tren, de autobús, aeropuertos. Algunas veces sola, otras acompañada. Bastantes veces acompañada de alguien a quien tenía que dejar y otras tantas, era yo la que iba a ver cómo alguien me dejaba a mí.

Sí, estoy hablando de esos momentos que pueden ser tan dispares mientras se hace lo mismo, esperar.
Es tan distinto esperar en una estación o aeropuerto, cuando vas a visitar a alguien de cuando te vas a despedir...
Es también diferente cuando eres tú quien espera la visita y quien permanece cuando alguien se va.

Las llegadas a un sitio deseado siempre están llenas de besos, abrazos, caricias, carreras... es algo inexplicable, tanto para el que llega como para el que espera, sin embargo, siempre están las despedidas, llenas de promesas, de llantos, de 'te voy a echar de menos', 'vuelve pronto', de esa gente que se va dejando atrás un trocito de felicidad.

Como "culillo de mal asiento" que soy, he vivido posiblemente todas las situaciones anteriores; y me da que me va a seguir tocando, por ejemplo este fin de semana, el que viene, etc.
He gritado, reído y llorado en las estaciones y aeropuertos, he pasado muchas horas esperando, he dejado muchas cosas para volver a encontrarme con alguien. Y a pesar de todo el sacrificio, porque cuesta, no solo dinero, sino tiempo y ganas, estoy segura de que volvería a pasar miles de horas más en esos lugares, esperando, desesperando, nerviosa, triste, feliz y con una explosión de sensaciones únicas.

Y sí, las despedidas son tristes, pero solo dicen que queda menos para un nuevo reencuentro. Me quedo con eso, con la felicidad al llegar a un lugar que es el tuyo, o que por algún motivo te hace sentir como tal.

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