Hubo un momento entre tu última mirada y mi penúltimo pensamiento,
que lo cambió todo;
y de pronto sucedió.
Me tenías bajo tus sábanas, sobre tu cama,
te perdías entre mis piernas,
y mis brazos, y mi cuello.
Pude sentir como recorriste cada milímetro
con tu respiración, mientras se me erizaba el vello,
a tu paso, despacio.
Y no quería, pero me dejé hacer
y lo hicimos y no dijimos nada.
Volví a abrir los ojos y no hubo flores,
ni desayunos con diamantes, ni Edwars esperando.
Encontré oscuridad, soledad, vacío;
y tuve miedo,
miedo de que no estuvieras y estabas,
a medio metro de mí, pero me di cuenta
de que no.
Me di cuenta de que entre tú y yo,
no podía haber nada más.
Me vestí en silencio, saqué un pintalabios
y fui a tu espejo a escribir:
NO PUEDO
Nunca tuve valor para explicarte por qué lo hice,
pero me fui y te saqué de mi vida, o eso creía.
Te sigo echando de menos, y hoy aún,
no te diré por qué, pues ni yo lo sé.
No hice lo que quise, pero hice lo que tuve que hacer.
Y desde entonces cada día te pienso, te sueño,
y me muero porque no sé,
no sé como sería ahora, solo sé
que ya no te tengo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ideas